martes, 1 de octubre de 2019

.NUESTRO PATRIMONIO
.LA PLAZUELA DE SAN FRANCISCO


Con motivo del proyecto que tiene la actual administración municipal, de intervenir la descuidada plazuela de San Francisco, la Academia de Historia de Ocaña se hizo presente en la segunda reunión que se llevó a cabo en los salones del Colegio Nacional de José Eusebio Caro. El interés de los habitantes del sector y de representantes de la sociedad civil para que se lleve a cabo una obra digna y adecuada a la importancia del área en mención, ha sido palpable y ello demuestra cómo, poco a poco, los ocañeros comienzan a sentir que su entorno les pertenece.

El sector de San Francisco no solo es uno de los más antiguos de Ocaña, sino también uno de los más tradicionales. Su historia comienza hacia 1584 cuando se construyó la ermita de San Antonio que luego fue reemplazada por la iglesia de San Francisco hacia 1584.


Las disputas de la orden franciscana relativas a los predios aledaños al templo ocupan parte de la segunda mitad del siglo XVII. La plazuela era ya un espacio público de Ocaña en 1759, cuando la orden pretendió venderla para financiar las obras de reconstrucción del claustro. Para frenar la pretensión de los franciscanos, hubo necesidad de que interviniera la autoridad civil, en cabeza del licenciado Miguel Antonio de Haro, quien logró detener el negocio. Los franciscanos alegaban “que la plazuela pertenecía al convento y que no servía más que para representar comedias que perjudicaban la moral y las buenas costumbres” (Amaya. Los Genitores, p.192).


En 1816, el día 9 de abril, ocurrió el fusilamiento de los patriotas ocañeros Miguel Carabaño, el sargento Hipólito García y Salvador Chacón, quienes fueron conducidos desde la cárcel “amarrados al cuello... en medio del Regimiento de Cazadores de Barbastro, dos inquisidores y el sacerdote don Luis Álvarez Guedes, que los auxiliaba, para llevarlos a la plazuela de San Francisco" (Luis Eduardo Páez Courvel. Precursores, mártires y próceres santandereanos en la independencia de Colombia, 1950, p. 70). En 1828, la iglesia y el claustro de San Francisco fueron escenarios de la Convención Constituyente que pretendió modificar la Carta de Cúcuta de 1821.